En primer lugar, se recomienda seguir los siguientes pasos para realizar un lavado eficaz de las fosas nasales:
– Coloca al bebé de lado.
Pon el bebé preferiblemente de lado sobre el cambiador y coloca una toalla bajo su cabeza y cuello. Si el bebé estuviera boca arriba, el líquido podría arrastrar la mucosidad hacia el oído y provocarle una otitis. Además, respiraría peor y estaría más nervioso e inquieto durante todo el procedimiento.
– Evita que se mueva.
Si es posible, pide a otra persona que sujete al niño mientras realizas el lavado. Si no lo es, inmoviliza las manos del bebé con una mano y utiliza la otra para limpiarle las fosas. Otra posibilidad es envolver al bebé con una toalla para inmovilizarlo durante la maniobra.
– Introduce suavemente la solución salina.
Con el niño tumbado de lado, empieza introduciendo el agua de mar por la fosa nasal que queda arriba. Para ello, debes introducir la boquilla en el orificio nasal y apretar suavemente el pulsador. De este modo, el líquido entrará por una fosa y saldrá por la otra sin que pase el oído ni a la faringe. Se puede presionar con el dedo ese mismo lado de la nariz y esperar a que el líquido salga por el otro orificio.
– Repite la operación del otro lado.
Tras limpiar la mucosidad con una gasa o un pañuelo, repite el procedimiento en la otra fosa nasal con el niño tumbado del otro costado.
– Limpia la boquilla.
Después de cada uso, debes lavarla con agua y jabón y secarla adecuadamente.
– Aspira la mucosidad, solo cuando sea necesario.
Si el bebé tiene mucho moco, el lavado con suero o agua de mar puede no ser suficiente. En estos casos, se puede recurrir a un aspirador nasal, sorbiendo constante y suavemente desde el otro extremo. No obstante, tan solo hay que utilizarlo cuando haya mucosidad visible que no se pueda extraer sin él, puesto que abusar de esta práctica puede irritar la nariz y favorecer la congestión y el sangrado. En cualquier caso el aspirador no debería usarse más de una o dos veces al día.
También las siguientes medidas pueden ayudar a que tu hijo respire más fácilmente y hacer que las secreciones nasales regresen a la normalidad:
– Intenta que el ambiente esté bien ventilado.
Evita la humedad excesiva, pero también que el aire esté demasiado seco. Puedes aumentar la humedad en el aire con un vaporizador o un humidificador, pero consulta antes al pediatra si puede ser beneficioso para tu bebé y cómo manejarlo.
– Anima a tu hijo a beber más líquidos.
El moco será menos espeso y la humedad de las fosas nasales, mayor.
– Inclina ligeramente su cuna o cama.
La congestión a menudo es peor cuando se está acostado, por lo que mantener la cabeza un poco elevada mientras duerme puede ayudarle a respirar mejor. Puedes introducir una toalla bajo la parte superior del colchón, por ejemplo, para que este quede inclinado.
– Si tiene mucha congestión, dale baños de vapor.
Lleva a tu hijo al baño, cierra la puerta y abre el agua caliente. Luego permanece sentada o sentado con él durante unos quince minutos en ese ambiente lleno de vapor.
Si se añaden compuestos aromáticos a un vaporizador o a un baño, se podría favorecer la descongestión. Pero consulta previamente con tu pediatra, ya que no todos son beneficiosos o aptos para bebés.